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El galardón a Mokyr, Aghion y Howitt subraya el vínculo entre innovación, crecimiento y protección de las ideas. Hace unos días, el Banco de Suecia anunció que el Premio Nobel de Economía 2025 recaía en Joel Mokyr, Philippe Aghion y Peter Howitt «por haber explicado el crecimiento impulsado por la innovación». Tres académicos que, desde distintos enfoques, han demostrado que las economías prosperan cuando crean, difunden y, sobre todo, protegen las nuevas ideas. El comunicado del Comité Nobel fue claro: «La propiedad intelectual no es un apéndice jurídico, sino una infraestructura económica que permite transformar el conocimiento en productividad y bienestar».

No es una frase menor. Aghion y Howitt revolucionaron la teoría del crecimiento con su modelo de «destrucción creativa», según el cual el progreso no es un fenómeno exógeno, sino el resultado de decisiones deliberadas de empresas y emprendedores que invierten en innovar. Pero esas inversiones, costosas y arriesgadas, solo florecen en un entorno que garantice seguridad jurídica y retorno temporal de la exclusividad. Ahí entra en juego la propiedad industrial (PI) —patentes, marcas, modelos de utilidad y diseños— que funciona como un contrato social: la sociedad concede al inventor un periodo limitado de exclusividad a cambio de divulgar su conocimiento y nutrir el acervo público. Es el mecanismo que equilibra el incentivo privado con el progreso colectivo.

Joel Mokyr, historiador económico, añade otra capa a este relato: la del contexto cultural. Para él, el crecimiento sostenido no surge de un milagro económico, sino de una «cultura de creencia en el progreso» y de instituciones que facilitan la acumulación y recombinación del conocimiento. Desde el taller artesanal del siglo XVIII hasta los laboratorios de inteligencia artificial actuales, el progreso comparte un mismo hilo conductor: la formalización de ideas y la protección de quien se atreve a innovar.

Más allá de los Premios Nóbel, esta tendencia también la estamos viendo en las noticias de los últimos meses. La propiedad industrial e intelectual tiene un papel fundamental en las agendas geopolíticas cuando se habla de autonomía estratégica y tecnología. Así, la Oficina de Propiedad Industrial de Estados Unidos, la USPTO, está modificando estas semanas sus procesos para incrementar el control de la tecnología de otros países que se protege en ese país.

Asunto de Estado

Por su parte. Corea del Sur elevó en octubre de 2025 su Oficina de Patentes al rango de Ministerio de Propiedad Intelectual, dependiente directamente del Primer Ministro. La medida, celebrada por la Organización Mundial de la Propiedad Intelectual (OMPI), refleja una tendencia global: considerar la PI un asunto estratégico de Estado. En este contexto, España vive un momento de consolidación en su ecosistema de propiedad industrial. Aunque 2024 trajo resultados desiguales, el balance general es positivo: crece la internacionalización, mejora la eficiencia administrativa y aumenta la conciencia empresarial sobre el valor de proteger los intangibles.

Según la Oficina Española de Patentes y Marcas (OEPM), en 2024 las solicitudes de patentes nacionales bajaron un 10,9 % respecto a 2023. Sin embargo, esta caída se compensa con el fuerte crecimiento en el plano europeo: los inventores españoles presentaron 2.192 solicitudes ante la Oficina Europea de Patentes (EPO), un 3 % más que el año anterior y un 44 % más que hace una década

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